El escudo como arma
ofensiva y no exclusivamente defensiva es frecuente en la mitología griega. El
caso de Abante, duodécimo rey de Argos, es
paradigmático al respecto. Fue en vida un guerrero tan arrojado y temido que
transmitió sus poderes a su escudo, de manera que, a su muerte, bastaba con
mostrarlo a quienes osaban rebelarse contra la casa real para que salieran
huyendo despavoridos. Se dice que antes había pertenecido a su abuelo Dánao, padre de Hipermestra. Cuando Linceo comunicó a su hijo
la muerte de aquel, éste se quedo con el escudo. Estaba suspendido en el Hereo de Argos y a los vencedores en los juegos
en honor de Hera –tal vez, vencedoras, pues sólo competían
mujeres-, se les daba como premio un escudo hecho siguiendo su modelo, en vez
de la corona habitual en otros certámenes.
Virgilio, en el
libro III de Eneida, dice que su héroe protagonista suspendió el escudo en el
templo de Apolo en Accio, “… un escudo da cavo bronce, prenda del gran
Abante…”. (Traducción de Rafael Fontán Barreiro)
Preto y Acrisio,
los hijos gemelos de Abante y Aglaya, de quienes se dice que ya se peleaban por
la precedencia en el seno materno, iniciaron la costumbre, ya en la edad adulta,
de enfrentarse entre ellos con escudo, siendo los primeros en hacerlo:
“... cuando crecieron [Preto y Acrisio], se
disputaron el trono habiendo sido los primeros en usar escudos durante sus
guerras.” (Apolodoro: Biblioteca. Traducción de Margarita Rodríguez Sepúlveda
“... Marchando
desde Argos al país de Epidauro se ve a la derecha una construcción en figura
de pirámide, en la que se ven en relieve escudos argólicos. Allí fue la batalla
en la que Preto disputó el poder a Acrisio,... Se dice que fue usado el escudo
por primera vez por ellos y sus soldados.” (Pausanias: Descripción de Grecia.
Traducción de Antonio Tovar)
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