(Apolodoro):
Prometeo modeló a los hombres con agua y tierra y les dio además el fuego, oculto en una férula, sin conocimiento de Zeus. Pero cuando éste lo supo, ordenó a Hefesto que sujetara su cuerpo con clavos en el Cáucaso; éste es un monte de Escitia. Prometeo estuvo allí encadenado muchos años; cada día un águila abatiéndose sobre él devoraba los lóbulos de su hígado, que se rehacía durante la noche. Prometeo sufrió este castigo por robar el fuego, hasta que más tarde Heracles lo liberó.
El titán Prometeo, con quien la humanidad tiene contraída una deuda de la que jamás podrá liberarse –y menos si contamos los intereses generados-, consiguió entrar en el Olimpo, con ayuda de la diosa Atenea y acercando una tea al carro del Sol, la encendió. Luego arrancó un fragmento de carbón vegetal del carro ígneo y lo ocultó en la médula de una cañaheja (Ferula Communis). Salió de allí y entregó el fuego a los míseros mortales.
Se dice que la llama olímpica conmemora el robo del fuego por parte de Prometeo para entregarlo a la humanidad.
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